Me da mucha pereza, pero no hacer esta entrada está retrasando otras. Así que cogeré el toro por los cuernos o el tochón de libro por las pastas y, siendo benévola, lo devolveré a su dueña en vez de tirarlo por la ventana, además evitaré hacer daño físico a algún viandante que puede acabar con todos los metros cuadrados de la isla de Mahattan en la cabeza.
Con este párrafo de entrada imagino que os hagáis una idea de lo mucho que me ha gustado el libro, una recomendación vehemente que ataqué con cierta reticencia. A mi New York, como ciudad, no me hace mucho allá y la novela histórica, que me había saturado hace unos años, andaba aparcada hasta nueva orden. Salvo, los cuatro datos históricos que haya podido retener, la curiosa estructura de la ciudad, sus espectaculares edificios, cómo y quién pagó su costrucción y los bautizó con sus rimbombantes apellidos.
No sé si por error de editorial, o por la traducción o por alguna plancha de imprenta, el libro tiene verdaderas burradas de estructuras gramaticales básicas, sobre todo discordancias entre género y número, que se van haciendo cada vez más habituales en la segunda parte del libro.
New York de Edward Rutherfurd ni siquiera me ha parecido un libro para pasar el rato, un libro de esos que se leen con facilidad y entretienen. Yo y mi manía de terminar de leer todo, hemos tenido la culpa de esta entrada, y es que casi mil páginas a disgusto...
Mi puntuación un 1
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Ahora en la mesilla: Maus de Art Spiegelman
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