Hoy por una de esas casualidades casuales me he acordado de José C. De las tardes de verano en las que un grupillo de crías nos reuníamos a darle al pedal de la máquina de coser en casa de su abuela intentando aprender eso que tanto gustaba a las madres para hacernos mujeres de provecho, el arte de bordar. Se tumbaba en la cama y silbaba una nota monótona, suave, pausando solo para respirar durante horas y horas. La bisabuela Juana lo entendía de maravilla, le hacía comer, reír y le encontraba el punto en que parecía que por unos segundos dejaba de mirar el vacío y observaba otra realidad.
La última vez que lo vi era un hombre de unos veinticinco, paseaba con sus padres y seguía mirando ese vacío.
He encontrado este precioso vídeo colgado en la página de la Fundación Orange de Frédéric Philibert títulado MI HERMANITO DE LA LUNA, un pequeño acercamiento a una enfermedad desconocida.
La última vez que lo vi era un hombre de unos veinticinco, paseaba con sus padres y seguía mirando ese vacío.
He encontrado este precioso vídeo colgado en la página de la Fundación Orange de Frédéric Philibert títulado MI HERMANITO DE LA LUNA, un pequeño acercamiento a una enfermedad desconocida.
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