miércoles, 25 de marzo de 2009

Silbar

Hoy por una de esas casualidades casuales me he acordado de José C. De las tardes de verano en las que un grupillo de crías nos reuníamos a darle al pedal de la máquina de coser en casa de su abuela intentando aprender eso que tanto gustaba a las madres para hacernos mujeres de provecho, el arte de bordar. Se tumbaba en la cama y silbaba una nota monótona, suave, pausando solo para respirar durante horas y horas. La bisabuela Juana lo entendía de maravilla, le hacía comer, reír y le encontraba el punto en que parecía que por unos segundos dejaba de mirar el vacío y observaba otra realidad.

La última vez que lo vi era un hombre de unos veinticinco, paseaba con sus padres y seguía mirando ese vacío.

He encontrado este precioso vídeo colgado en la página de la Fundación Orange de Frédéric Philibert títulado MI HERMANITO DE LA LUNA, un pequeño acercamiento a una enfermedad desconocida.


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