Decía Serrat que con quince años no se saben más que tres frases hechas para hablar de amor. Y quince años son los que tiene la recien desposada
Madame Butterfly, parece una temprana edad para el matrimonio pero esta niña ya acumula unos años de experiencia como gheisa por las necesidades económicas de su madre viuda.
Enamorada ciegamente de Pinkerton, renuncia a su familia, a sus costumbres, a su religión por un hombre que tiene claro que solamente busca una mujer mientras su trabajo le retenga en Japón. El transcurso de la ópera es un canto al amor de una quinceañera, un amor que es igual en el siglo XIX que en el XXI, con diferentes acordes, diferentes formas de ver la vida pero con los mismos anhelos y la misma fe ciega en el amado.
Puccini hace grande este
libreto, basado en un libro anterior de Pierre Loti, pone acordes a frases de amor, angustia e impaciencia por la espera, a la desesperación final de una niña/mujer cuando se da cuenta de la realidad y a su renuncia a vivir por amor.
Duo entre Pinkerton y Cio-Cio-San en su noche de bodas.
El aria más famosa es este "Un bel dì vedremo". Cantada por todas las divas de la ópera pero difícil de adaptar visualmente a una Callas demasiado alta o a una Caballé demasiado robusta, antítesis las dos del prototipo de gheisa que tiene Cio-Cio-San.
Texto del aria
Un bel dì, vedremo levarsi un fil di fumo dall'estremo confin del mare. E poi la nave appare. Poi la nave bianca entra nel porto, romba il suo saluto. Vedi? È venuto! Io non gli scendo incontro. Io no. Mi metto là sul ciglio del colle e aspetto, e aspetto gran tempo e non mi pesa, la lunga attesa. E uscito dalla folla cittadina un uomo, un picciol punto s'avvia per la collina. Chi sarà? chi sarà? E come sarà giunto che dirà? che dirà? Chiamerà Butterfly dalla lontana. Io senza dar risposta me ne starò nascosta un po' per celia... e un po' per non morire al primo incontro, ed egli alquanto in pena chiamerà, chiamerà: piccina mogliettina olezzo di verbena, i nomi che mi dava al suo venire | Un hermoso día veremos alzarse un hilo de humo en el horizonte. Y entonces aparecerá la nave. Luego, esa nave blanca entrara en el puerto, atronando con su saludo. ¿Lo ves? ¡Ya ha llegado! Yo no bajo a encontrarme con él. Me pongo allí, en lo alto de la colina, y espero, espero largo tiempo y no me pesa la larga espera. Y saliendo de entre la multitud un hombre, un punto pequeño se destaca por la colina. ¿Quién será? Y cuando llegue, ¿qué dirá?, ¿qué dirá? Llamará a Butterfly desde lejos. Y yo, sin dar respuesta, estaré allí escondida, un poco para inquietarlo, y un poco para no morir al primer encuentro, y él, con alguna inquietud, llamará, llamara: "Pequeña mujercita, olor de verbena", los nombres que me daba cuando volvía a casa.
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