martes, 1 de febrero de 2011

Lo que me queda por vivir


Ataqué el nuevo libro de Elvira Lindo con curiosidad. No había leído ninguno de los libros anteriores que había publicado para adultos, aunque si había devorado hace unos años todos los libros de Manolito Gafotas y suele caer algún que otro artículo de los que publica habitualmente en la prensa.

Me ha ocurrido algo curioso con este libro, quizá nunca he oído la voz de un escritor tanto como a Elvira en la radio o no tenían una voz tan característica, pero me costó que no sonase la voz de la escritora mientras empezaba a leerlo. Nunca me había fijado en como leía un libro o qué forma tenía mi voz en la cabeza mientras lo hacía, pero en estas primeras páginas, la suya, inconfundible, se empeñaba en leerme el libro.

Tal vez esto me haya dado incluso más pie, si cabe, a pensar en una autobiografía. Muchas de las situaciones que se dan en el libro tienen similitudes, a grandes rasgos, con su propia historia y por curiosidad he estado echando un vistazo y oyendo las entrevistas que le han hecho después de la presentación del libro, y no deja de sorprender que afirme que no es una autobiografía pero al mismo tiempo que no se puede escribir de lo que no se ha vivido.

Y así con esas historias vividas o no, descubrimos a Antonia y su entorno, momentos hilados de una vida, cualquiera. A ratos costumbrista como cualquier obra de Almodóvar, en la Mancha o en Teruel pasaban las mismas cosas, existían las mismas familias y vivían de igual manera; a ratos reflexiva mientras intenta sobrevivir buscándose la vida en cualquier punto del país para poder trabajar o haciendo frente a criar y educar un niño, con veintipocos años.

Momentos sorprendentes de monólogos y reflexiones a través de los personajes que se cruzan en la vida de la protagonista (imprescindible el del Jabato, para mi gusto el momento 10 de la novela), recuerdos curiosos de un niño, acontecimientos que te atraen por similitudes propias, hacen que a ratos el libro te absorba por completo, que pases páginas y páginas sin pensar. Quizá lo más flojo sea el intento de cohesión de todas esas historias a través de la protagonista o que yo, por lo menos, no he sabido enlazar. Lo veo más un compendio de anécdotas propias o no, al que se ha dado un final correcto para intentar hilvanarlo, un final que quiere dar un porqué a todo lo que se ha ido relatando a lo largo del libro. Muy recomendable.

Mi puntuación un 8







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Ahora en la mesilla: El gran cambiazo de Roald Dahl


1 comentario:

  1. Yo también lo encontré cojo en cuanto a la cohesión de las historias, pero me pareció genial la desmitificación de los ochenta de la movida, que vistos desde la romántica atalaya del 2011, parecen una nochevieja continua, pero los que los sufrimos entonces sabemos que hay mucho de cuento en esa imagen, que había más mugre que glam, más "qué he hecho yo para merecer esto" que "mujeres al borde de un ataque de nervios". Y eso Elvira lo refleja magistralmente en esta novela, a mi parecer. En fin, me gusta tu proyecto de la mesilla. Yo, en la mía, Nueva York, de Edward Rutherfurd. Ya te contaré, me queda poco.

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