A los compases del piano de Billy Evans intento ponerme las pilas otra vez y llevando un poco la contraria, como siempre, a mi amigo trebedero, este sol escondidillo, la lluvia, el frío y todo lo que conlleva el fin del verano, ha debido de encender en alguna parte, como en la pantallita del móvil, "cargando batería". Ya me iba haciendo falta.
Terminé con un poema y con otro empiezo. De Carlos Marzal:
La lluvia en Regents Park
Debe de estar lloviendo en Regent's Park.
Y una suave neblina hará que se extravíe
la hierba en el perfil del horizonte,
los robles a lo lejos, las flores, los arriates.
Pausada, compasiva, descenderá la lluvia
hoy sobre el corazón de la ciudad,
su angustia, su estruendo,
sobre el mínimo infierno inabarcable
de cada pobre diablo.
Igual que aquella tarde en la que fui feliz,
igual que aquella lluvia
que me purificó, caritativa.
En las horas peores,
cuando el desierto avanza,
y no hay robles, ni hay hierba, cuando pienso
que no saldré jamás del laberinto,
y siento el alma sucia,
y el cuerpo, que se arrastra,
cobarde, entre la biografía,
la lluvia, en el recuerdo, me limpia, me acaricia,
me vuelve a hacer aún digno,
aún merecedor
de algún día de gloria de la vida.
La amable, la misericordiosa,
la dulce lluvia inglesa.
De "Los países nocturnos" 1996
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